sábado, 13 de noviembre de 2010

"La tumba de Villa"

¡Ay mi general Villa, cómo nos haces falta!. Pancho Villa, quien verdaderamente derrotó a los traicioneros de la revolución y terminó, paradójicamente, pagando con sangre su cometido. Después de la masacre de Villa las difamaciones y calumnias no se hicieron esperar hasta embarrarlo de los más viles y atroces actos. Es cierto, en tiempos de guerra la ética siempre cobra matices distintinos, pero antes que un asesino, Villa fue un hombre que quiso cambiar al país a través de la educación. Esta canción es un homenaje a su lucha y critica el "olvido oficial" que devino al concluir el proceso revolucionario.


"El crucifijo de piedra"

Esta canción compuesta por los hermanos Cantoral m recordó la tragedia de uno de ellos que, al perder al amor de su vida en un accidente, transformó el durísimo golpe emocional en este huapango hermoso, lleno de sentimiento e iconografía cristiana, muy propia de la época.

"La Panchita"

Recuerdo que cuando era niña escuché esta canción y me gustó mucho. Pensé que difícilmente podría cantarla por los altos tonos que llega a tener, sin embargo un día le perdí el miedo y aquí se las interpreto a mi manera.... Espero que les guste tanto como a mí.,,

"Chihuahua, cuna de la Revolución" concierto 2010

Con motivo del movimiento revolucionario de 1910, recopilé los mejores y más afamados corridos revolucionarios.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Soy infeliz

Hola amigos y amigas chihuahuenses, los dejo con el primer título de mi nuevo disco "Sentimentalisimo", esto es: "Soy infeliz"

jueves, 18 de junio de 2009

Recuerdos de mi Chihuahua querida

MI VIDA EN LA COLONIA DALE.

Provengo de una familia de rancho muy numerosa. Mi madre fue Teresa Ruiz Ruiz y mi padre Gabriel Prieto García, fui la menor de trece hermanos: siete mujeres y seis varones. Todos, excepto yo, nacieron en el Rancho Ruizes,municipio de Satevó, Chihuahua.

Por cuestiones de trabajo, mi padre nos llevó a vivir a Ciudad Delicias, mi tierra natal. Nací en el Hospital La Luz y vivimos en la calle de San Pedro. Tenía alrededor de tres años de edad cuando llegamos a vivir a la Ciudad de Chihuahua. Nos instalamos en la Colonia Dale.
Apenas hablaba y muy emocionada le presumía a quien llegaba a visitarnos la gran novedad: ¡Ya tenemos estufa de gat, ya tenemos estufa de gat!

Estudié la primaria en la Escuela Católica “Leona Vicario”, ubicada en la calle 36ª. y Justiniani . Fue ahí donde empecé a cantar en los festivales que se organizaban por el día de las madres o algún otro festejo. Me ponía muy nerviosa, pero cuando cantaba se me quitaba el miedo. Recuerdo a la Señorita Martha, una mujer muy alegre, alta y frondosa que nos daba clases en tercer grado, a ella le gustaba que le cantara "Amanecí en tu Brazos" de José Alfredo Jiménez, canción de moda en esa época con mi ,admirada paisana Lucha Villa; sin embargo, mi madre se enojaba porque decía que esa canción no era apta para que la cantara una niña, y tenía razón.

Mi papá se amanecía escuchando Radio Ranchito o la XEBU, por él adquirí el gusto por la música ranchera y norteña, le gustaban mucho los corridos de caballos, especialmente recuerdo que cuando se tomaba unas cervecitas se ponía a cantar “la yegua colorada”, esa que dice:
“En una manada vide un potro que me gustaba…”
También las canciones del Charro Avitia: “Los Camperos”, “Yo soy norteño” y “Simón Blanco”.

Mi papá se desempeñó como instructor de ganado, se llevaba a mi hermano Ruben y trabajaba con nuestros parientes Los Prieto, quienes tenían varios ranchos. Ellos querían a mi padre, y en las bodas de mis hermanos siempre enviaban regalos.

Mi mamá aunque era seria también cantaba y era entonada, la tengo presente en el patio de la
de la casa tendiendo la ropa y cantando “Solamente una vez” del músico poeta Agustín Lara.

Por ser la menor de la familia, era la consentida de mi padre, quien me apodaba “la borrega” por tener el pelo quebrado, y también me llamaba “la serrana” por lo prieta que estaba por andar siempre expuesta al solazo. Don Ramón, el dueño de la tienda La Parrita me decía “la deliciosa” por haber nacido en Delicias, siempre me consentía la hora de comprar. Recuerdo que me decía -¿que va a querer la Deliciosa?-, luego se desesperaba porque era muy indecisa y le pedía que me cambiara un dulce por otro. También en la tienda, nos permitían pasar a su casa a ver la televisión por veinte centavos. Con mi hermano Gabriel siempre comprábamos winis, galletas saladas, chiles curtidos y sodas. Así disfrutábamos nuestras tardes viendo la tele, que era para nosotros una gran novedad.

Una o dos veces al mes mi madre nos llevaba al Cine Azteca o al Cine Colonial a ver tres películas mexicanas por dos pesos, ¿cómo olvidar esos melodramas de Libertad Lamarque y Pedro Infante?, ¿y qué decir de las películas campiranas donde cantaban Lola y Lucha, Luis y Antonio Aguilar?. En los intermedios tocaban las canciones de Javier Solís, quien estaba en su apogeo. Afuera del cine vendían unos lonches riquísimos y le entraba con todo, siempre he sido de muy buen diente,como buena norteña, jejeje

Ocasionalmente los domingos íbamos al Cine Variedades al matineé para ver películas de Viruta y Capulina, El Santo y el Huracán Ramírez.
Reiteradas veces fuimos al Cerro grande... lo hacíamos caminando desde la casa o de la escuela.. era toda una aventura llegar a su cumbre.
Cuando llovía, como disfrutaba con mis amiguitos de la cuadra salir a la calle a mojarnos y luego nos metíamos a una laguna que se hacía a media calle, era nuestra alberca..

Mis padres nos inculcaron buenos principios y valores. Mi madre fue un tanto rígida con nosotros y nos enseñaba a hacer bien las cosas, desde barrer, limpiar, trapear y también a cocinar. Aprendí a hacer tortillas de harina, que desde niña me encantaban (no es por nada pero me salen muy ricas ) Nos dividíamos el trabajo entre las hermanas, y por ser la más chica a veces me podía escabullir de las labores de la casa y mi hermana Olga siempre repelaba diciendo -Carmen como no hace nada, tiene manos de artista- y miren, le atinó, jejeje.

Tuve una niñez sosegada, jugábamos con los mayates, los amarraba con hilo y los transformaba en avioncitos ¡pobrecitos! También jugaba a las canicas, al yoyo, los yeckses, los trastes, las muñecas. En fin, mi niñez fue feliz, jamás sentí limitaciones, no había otra referencia.

La comida nunca escaseó en casa, gracias a Dios. Me encantaba la sopa de papa, el chile colorado con carne de puerco, las rajas con queso y los frijoles refritos con chorizo acompañados de ricas tortillas de harina, ¡mmmmh! ¿qué decir del menudo de los domingos?, y en Navidad no podían faltar los tamales deliciosos que preparaba mi mamá.

Recuerdo haberle hecho un berrinche a mi mamá porque no me compró una crinolina que vi enun aparador de la Mercería Boston ubicada en la avenida Juárez, ella no traía dinero, pero pronto se me olvidó cuando me llevó a comer unas ricas flautas con Chinto Mora, acompañadas de un refrescante tepache.

Entre los 8 y 10 años, participé en varios concursos infantiles de la radio y alguno de televisión en la XEFI con Agustín Caldera Martinez y en XEQD con Héctor Hernández, hermano del gran actor camarguense Aharón Hernán. Con quien llevo una buena amistad.
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Batallaba para convencer a mis hermanas que me llevaran a los concursos infantiles de la radio, regresábamos contentas con los premios que me daban por ganar el primero o segundo lugar. Estos regalos eran simples: café, tazas, jarras y vaso; pero, me hacían muy feliz, independientemente de que para mi era muy emocionante participar.

Tuve mi fase de “niña ruda” jugando el chicote, las carreras, la roña y terminaba en ocasiones toda raspada y con las rodillas sangrando. Mi madre me reprendía diciéndome que eso me pasaba por andar de “chirota.” Y es que, en la Colonia Dale, jugábamos sobre la tierra, llena de piedras.

En mis recuerdos de la infancia está Catuto, un vecino que vivía enfrente de mi casa, Su nombre era Jesús, pero todos lo llamábamos Catuto, tenía parálisis cerebral y habitaba un cuarto en el corralón de la casa de su hermana Bertha. Como no le permitían salir a la calle, desde una rendija del portón nos veía jugar y me gritaba ¡¡Camen, aiba Camen!! Algunos niños se divertían haciéndolo enojar, no era mi caso, aunque a veces batallaba para entender sus palabras. Catuto siempre estuvo al tanto de mi vida y de mi carrera, siempre me gritaba para que saliera a saludarlo cuando sabía que estaba de visita en la casa donde crecí (que ahora habitan mis hermanos Toña y Andrés). Me decía emocionado que escuchaba mi canto a través de la radio, que me veía en la tele y en las películas. Hace poco murió.

Me gustaba acompañar los domingos a mi mamá a misa de ocho de la noche en la Catedral, y los martes íbamos al templo de San Francisco porque que mi madre era fiel devota de San Antonio, una herencia que me dejó, porque también es el santo de mi devoción.

Desde niña he sido protectora de los animales y recogía perros y gatos que encontraba desamparados en la calle. Mi mamá los echaba a la calle mientras me iba a la escuela. era un verdadero drama para mí. Me dolía muchísimo) Desgraciadamente es muy poca la gente que tiene conciencia de que los animales sienten hambre y frío.

Cada Navidad se organizaban las posadas afuera de Santa Teresita, recorríamos las calles cantando las letanías con nuestra vela encendida y luego rematábamos pegándole a las piñatas llenas de dulces. Son inolvidables los juegos mecánicos que cada año se ponían en las calles 34 y Tamborel, gozábamos el frenesí de las sillas voladoras, los platillos, la rueda de la fortuna, el famoso remolino y demás atracciones.

Conocí al famoso beisbolista Héctor “Niño” Espino porque era amigo de mi hermano mayor Leopoldo, quien también jugaba béisbol, su casa me quedaba de paso cuando iba a la iglesia o a la placita. Generalmente en las noches de verano, era común verlo afuera de su casa tomando el fresquecito sabroso de la noche.

Me encantaba ir a la placita para treparme a los columpios, al resbaladero, al sube y baja, y también disfrutar las ricas paletas de frutas que vendían en la Farmacia Dale, con Irene.
Disfrutaba la música que ponían en la cafetería que estaba enfrente de la plaza, sobre la calle Justiniani. Era tal el estruendo que se escuchaba en toda la cuadra. Recuerdo la canción de “mi última parranda” con la Comparsa Universitaria de la Laguna, y otra canción “Sentimiento” que interpretaban Frankie y los Matadores, quien fue el vocalista de Los Apson. Desde niña me han gustado mucho las canciones de corte sentimental, aunque soy de carácter alegre por naturaleza.

Cómo hubiera disfrutado haber ido a las Caravanas Corona que se presentaban en el
Teatro Cine Colonial. Me emocionaba mucho ver la publicidad que ponían afuera de la Escuela América, donde anunciaban a LuchaVilla, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, El Charro Avitia, Miguel Aceves Mejía, José A. Jimenez, y tantos, y tantos artistas de distintos géneros que venían a presentarse. Pero ni pensar en poder asistir, ¿quién podría llevarme? Nadie.
Quien iba a decirme que al paso del tiempo iba a cantar en ese maravilloso escenario que tanto significa para mi y que ahora es El Teatro de la Ciudad.

Contaba con trece años de edad cuando mi papá murió de un cáncer en la vejiga, tuvo una larga agonía, lo vi morir en mis brazos. Ante su ausencia tuve que trabajar para poder solventar los gastos de mi escuela y aportar algo a la economía familiar. Estudiaba en ese entonces la carrera de Secretaria y Contadora en el Colegio Palmore, también participé en varios festivales artísticos organizados por ese plantel educativo.

Mi primer trabajo fué en la tortilleria de mi hermano Leopoldo en la Colonia Bellavista. Todos los sábados desde temprano despachaba la venta de tortillas y, por la tarde trabajaba de empleada junto con mi hermana Teresa en la Mercería La Primavera de los Hnos. Meouchi en la calle Libertad, y a unos cuantos pasos también laboraban mis hermanas Mague y Olga en La Ninfa de Don Elías Saad, quien cuando era niña y visitaba la tienda, me ponía a cantar y me regalaba dulces.

Al cumplir los 15 años, me festejó mi mamá de manera muy sencilla con una cena familiar en casa. Invité a mis amigos. Antes de la fiesta con mi vestido nuevo, se celebró una misa de acción de gracias en la iglesia Santa Teresita.

Casi a los 16 años terminé la carrera de secretaria y, de inmediato empecé a loaborar en una agencia de carros de la Nissan. Tomaba el camión urbano de ida a la oficina en la calle Tamborel y 36ª, y de regreso a casa en la avenida Universidad, donde ubica El Heraldo de Chihuahua. Después de dos años cambié de trabajo y entré a laborar a Pensiones Civiles del Estado, donde
laboré hasta que decidí partir a la ciudad de México.

En estos dos trabajos fue donde me solté más cantando en las fiestas que se hacían por alguna celebración, ya que siempre llevaban mariachis, y fué ahí donde surgió más la inquietud de hacerlo profesionalmente. Mi cuñado Juan de la Cruz Acosta, esposo de mi hermana mayor
Socorro. fué Juanito quien me animó a lanzarme al ruedo.. fué un gran apoyo para mí, casi mi segundo padre. Mi hermana Socorro falleció hace dos años víctima del cáncer, era muy bonita y
cantaba muy bien, en las fiestas familiares cantábamos juntas.

A los 15 años tuve mi primer novio. Se llamaba Mario. Me encantaba ir al cine y a bailar.
cada sábado teníamos alguna fiesta y con mis hermanas recorrimos casi todos los salones
de baile como el Paraje de los Indios, El Mortero, El Club de Leones, EL Hermila, el Sindicato delCHP,etc,etc.... Bellos recuerdos.

Cuando voy, a veces se me antoja subirme al camión para recordar viejos tiempos cuando estudiaba y me iba muy temprano para coincidir con los estudiantes que iban a la Universidad o
al Tecnológico, cosas de la edad. (como me hubiera gustado haber hecho una carrera en la
Universidad, también de niña soñaba con ser maestra.
Nunca tuve carro, así que siempre me desplazaba en el camión.

Tanto arraigo tengo por mi Colonia Dale, que ya estando en México, quise regresar a casarme a mi iglesia de Santa Teresita, (que nos la derrumbaron por cierto, para construir otra más moderna), qué pena me dio, porque nos quitaron parte de nuestra historia. Nos casó el padre Mario Guerrero, muy buen amigo.. El día de mi boda me sentí muy emocionada, y me conmovió que al salir de la iglesia me esperaba una impresionante multitud. Fué totalmente inesperado este hecho. A pesar de que hacía un viento muy helado. Esto fue a fines de enero de 1983 ¡ahí estaba toda mi gente!. Sentí muy bonito que estuvieran reunidas tantas personas esperando en el exterior de la iglesia para verme vestida de novia.

Estos segmentos de mi vida quedarán plasmados en un libro que escribió mi paisano y amigo
Román Corral, quien también vivió en la Colonia Dale, está por publicarse y se llama
Los que se fueron del Valle de los Olivos.
No sé si incluirá unas fotos del Palacio de Bellas Artes, donde canté recientemente en un homenaje póstumo a un entrañable amigo, Víctor Hugo Rascón Banda, tremendo orgullo chihuahuense. Victor Hugo siempre fue muy solidario conmigo...y lo siguió siendo, porque gracias a este gran homenaje tuve la única oportunidad de cantar en el bello recinto del Palacio de Bellas Artes: algo importantísimo para mí.

Me dicen mis hijos que debo seguir escribiendo en este blog lo que me ha acontecido en esta
difícil carrera y a lo largo de mi vida.. lo voy hacer pian pianito les iré contando más de mí.


Los dejo con un vídeo, que relata una bella filosofía de vida. "Noches de Boda".